«No entres dócilmente en esa buena noche,
que al final del día debería la vejez arder y delirar;
enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz».
Dylan Thomas
Desde que los docentes tuvimos noticia a grandes rasgos -nunca a través de nuestras consejerías, sino de la prensa- de la nueva EBAU, han corrido ríos de tuits criticándola, casi siempre bajo el habitual criterio dialéctico entre quienes creen que no facilita el esfuerzo ni el aprendizaje de contenidos y aquellos que ven en ella un tímido acercamiento a lo que podría ser una prueba competencial. En cualquier caso, casi todas las críticas se limitan a observar en qué medida la nueva EBAU se ajusta a la percepción personal que tenemos cada cual de lo que debe o no enseñarse y cómo hacerlo. He de confesar que en este sentido quien escribe recibe con (prudente) entusiasmo cualquier intento que conduzca a un modelo más competencial -no solo aprender contenidos, sino también aplicarlos a contextos prácticos-, ya que esa es la forma en la que vengo enseñando Filosofía a mis alumnos desde hace décadas. Esto no desluce mi comprensión y aprecio de algunas críticas de docentes preocupados por el cariz mercantilista que está tomando la educación en España.
Pero no quisiera en esta reflexión tomar como criterio de análisis en qué medida se ajusta la nueva EBAU a uno u otro modelo pedagógico. Creo honestamente que centrarse en esa perspectiva limita la comprensión de la naturaleza de la EBAU y su relación con el modelo social y económico al que caminamos a nuestro pesar; es bajo esta mirada más holística como podemos hacernos una imagen más profunda y compleja de sus implicaciones para la vida de nuestros alumnos-hijos.
El primer hecho que a mi juicio debiéramos asumir es que la EBAU no es de facto una prueba educativa, no tiene como objetivo final determinar la competencia académica de los alumnos, pese a que los elementos de la prueba respondan a contenidos y destrezas propios del Bachillerato. Su objetivo es esencialmente demarcador, establece una línea entre lo que puede o no ser estudiado posteriormente, criba la demanda, ayudado por un draconiano sistema de notas de corte. De hecho, esta nueva EBAU no ha eliminado la posibilidad de subir nota, de presentarse a dos ejercicios más -antes eran cuatro- para aspirar a una plaza en las crecientes carreras que exigen 10, 11, 12 puntos.
Es aquí donde reside el quid de la cuestión, no en si la EBAU es más o menos competencial. La prueba básica de acceso es insuficiente para entrar en la Universidad, excepto en aquellas carreras con menor demanda laboral; si un alumno desea entrar en un grado emergente o con altas expectativas de trabajo, debe sí o sí subir nota y someterse al desquiciante sistema de notas de corte. Aún así, la competencia es tal que no tiene seguridad de entrar. La oferta es tan exigua y la demanda tan alta que muchos alumnos deben optar por la opción b o c, entrar en una universidad privada o decantarse por un grado superior de FP. Incluso en algunos grados superiores de FP ya existe un tapón que deja fuera a muchos alumnos en ciclos emergentes, con alta perspectiva laboral.
Ningún alumno o familiar ve en la EBAU una prueba educativa, sino un sistema de selección de personal previo a una formación que tiene como objetivo primordial obtener en un futuro un trabajo digno. La adquisición de conocimientos no es relevante; lo puede ser durante el Bachillerato, pero no en el mismo momento en el que se establece una prueba externa que determina lo que puedes o no estudiar. De hecho, la EBAU transforma de forma significativa -para mal- el proceso de aprendizaje durante segundo de Bachillerato. Los mismos alumnos critican no sin razón que los docentes parecemos entrenadores de oposiciones, obsesionados con la nota de la EBAU y no con aprender. No van mal encaminados. Algunos centros educativos ya desde Primaria se toman esto de la Educación como una carrera de fondo hasta la EBAU. No les preocupa tanto que los alumnos adquieran conocimientos significativos cuanto que los niveles objetivos -la nota- pongan a su centro en un ranking óptimo que asegure su prestigio social ante la comunidad. Ya hay centros públicos de Secundaria que se publicitan en redes sociales, exhibiendo sus altas notas en la EBAU. Y no parece que esta tendencia vaya a aminorar.
Comienza a observarse un creciente cuello de botella en el acceso a la Universidad, alimentado por un desequilibrio entre la oferta y la demanda y la lenta pero inexorable transformación del modelo productivo, que deja a numerosas carreras como mera cultura general, sin perspectivas de empleo. Esto afecta no solo a las Humanidades, sino también a no pocos grados de Ciencias e Ingenierías, cuya demanda laboral ya empieza a resentirse. Sé que algunos docentes dirán: lo importante es el conocimiento, que el alumno sea un ciudadano crítico y disfrute de lo aprendido. Este argumento metafísico quizá sea válido en la Secundaria -para mí es esencial en mi área, Filosofía-, pero en ningún caso tienen relevancia en estudios superiores, cuya finalidad es ofrecer un valor añadido a la sociedad a través de una formación competente y un salario digno. Esto no quita que de forma subsidiaria la Universidad ofrezca una formación integral más allá de sus objetivos mensurables.
Este es a mi juicio uno de los errores que solemos cometer los docentes cuando analizamos la EBAU y los estudios superiores, disociar el intrínseco valor educativo de la utilidad social y económica de la formación. No hay poética en la EBAU, solo mera adaptación al medio, y si analizamos lo que está sucediendo con el modelo productivo, una adaptación que cada vez es menos inclusiva y genera mayor brecha social y económica, dejando fuera a las familias más vulnerables, el análisis nos sitúa sobre una realidad muy precaria y preocupante, donde cada vez habrá más competencia y menores posibilidades de acceder a una plaza que asegure mínimamente un empleo, en un futuro previsible en el numerosos grados deberán reciclarse o simplemente desaparecerán por falta de utilidad, más aún bajo un contexto donde el gasto público es previsible que se reduzca.
El modelo productivo no va a necesitar tantos universitarios; los cargos de dirección, diseño, planificación y gestión, serán cada vez menos necesarios bajo un sistema de automatización digital. La competencia por obtener en este nivel un empleo será delirante; ya lo está siendo si observamos su efecto neurótico sobre la EBAU. Sí serán necesarios cargos intermedios, de mantenimiento, producción, distribución, venta y ocio, que requieren una formación profesional. El problema que se vislumbra es que la precariedad laboral en este nivel formativo será alta, tanto por las condiciones como por el salario; aunque tendrá un menor cuello de botella, no por ello generará menos desequilibrios. El año pasado ya se observó un creciente triángulo invertido en la relación entre empleo y formación. Cada nivel formativo se vio obligado a rebajar sus expectativas de empleo, trabajando en algo que requiere menores competencias que las obtenidas en su formación. Así, numerosos universitarios debieron trabajar en puestos destinados a trabajadores con una formación profesional, y estos a su vez debieron optar por empleos con menor competencia y salario. Por supuesto, este embudo acaba en su vértice inferior en las capas más vulnerables del sistema. Según en qué contextos, pero de una manera creciente, la formación profesional genera cada vez más empleos que la universidad, aunque es cierto que a mayor formación, mejor sueldo, que no por ello mejores condiciones laborales.
La nueva EBAU empieza realmente en 2026, dentro de 4 años. ¿Cómo será el mercado laboral en 2026? Se prevé una inflación difícil de domar, cuando no previsiones recesionistas que requerirán reajustes en un mercado laboral inestable, con un modelo productivo en transición. Nadie sabe qué va a suceder realmente, pero sí que este nuevo modelo transformará cómo y en qué trabajaremos, y que un porcentaje de la población se quedará fuera del sistema, requiriendo protección social, como es el caso de la renta básica universal.
¿Qué orientación dar a nuestros alumnos-hijos bajo este panorama? No tanto el adagio punk del no future -pese a que haya razones para adherirse a su credo- cuanto aquel que les abra la esperanza de que cualquier futuro que imaginen será más imprevisible que posible, pero no por ello necesariamente aciago. Ningún futuro está prescrito. La incertidumbre tiene algo positivo: la amplitud de horizontes, la libertad de expectativas, hacerse a uno mismo desde un papel en blanco. ¿Debo hacer la EBAU? No necesariamente. No siempre es mejor opción entregarse al juego neurótico de sacar un 12 para hacer una carrera con ínfulas de éxito. Lo difícil es apostar por algo que te ilusiona sin seguridad de que te lleve a buen puerto. ¿Acabaré trabajando de lo que estudié? Probablemente no, por eso es importante aprender más allá de la escuela, ensanchar intereses, recrearse en lo inútil que nos satisface, caerse y levantarse varias veces, tantear en la oscuridad. No tener miedo a fracasar o perder. La escuela que vendrá tiene el difícil reto de propiciar en nuestros alumnos el descubrimiento y el desarrollo de sus propias capacidades y su aplicación en contextos creativos, que aporten un valor añadido a su comunidad. Gustos, aficiones, destrezas cotidianas que activen su curiosidad y motiven el aprendizaje se convertirán en un futuro en el germen de competencias profesionales.
La sociedad que vendrá -pese a que desgrane a menudo esa poética- no alienta el decrecimiento, la sostenibilidad, consumir menos, trabajar menos, compartir; más bien augura injusticias, una profunda brecha social y económica ante la que habrá que estar preparado, vadearla sin docilidad, armarse de herramientas de disidencia compartida. La creatividad no necesariamente debe estar al servicio de una indolente adaptación al medio. Puede ser motor de empatía y asertividad, semilla de una divergencia que construya nuevas sendas. A esa creatividad debiera ponerse al servicio el docente. La que haga libremente capaces a nuestros alumnos.
Posdata: te invito a pasarte por unas notas visuales que ilustré sobre la EBAU. Enlace aquí.
Original, incisivo y premonitorio... Un análisis alternativo al habitual, realmente sugerente. Yo apuntaría, además, en esa secuencia.... la complejidad del cambio social y el vaivén, el balanceo, … que la historia nos ofrece acerca de la evolución social. Un buen aviso para navegantes y un magnifico horizonte de referencia profesional, ética y humana para lxs docentes....
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