Matinal de cine: experiencia agridulce



Esta mañana hemos proyectado en mi centro la película de animación "O Apóstolo", dentro de una experiencia compartida con otros centros de España de la que ya os he hablado en este blog (O Apóstolo: proyecto colaborativo). 

La idea me la sugiere la incansable +Londones Ruiz (@londones), de Cero en Conducta. Ya hicieron algo similar con la excelente cinta de animación "Arrugas", adaptación cinematográfica del cómic de Paco Plaza. La mecánica: proyectar al mismo tiempo, desde diferentes centros educativos y demás espacios culturales de España, la película "O Apóstolo", para después diseñar desde cada instituto o colegio actividades didácticas en torno a los temas que sugiere la película. Un proyecto colaborativo viral, compartido.

Una vez que hablo con Cero en Conducta, me pongo en marcha. Intento crear sinergias en mi centro. El equipo directivo y los profesores apoyan sin pegas la idea de proyectar la película dos horas antes del minipuente. Además, les animo a preparar actividades paralelas. No recibo una respuesta muy entusiasta a este respecto, pero asienten. (Ya os contaré si algunos compañeros preparan alguna actividad.) Solo una profesora de Lengua parece dispuesta a colaborar en el evento, quien aporta después de la proyección lecturas breves de relatos de terror realizados por sus alumnos. Nadie más se ofrece; solo aceptan pasivamente que otro organice la matinal. El único esfuerzo a priori es sustituir su clase de ese día por una sesión de cine y vigilar la actitud de los alumnos durante la misma.

Se unen a la matinal los niños de 5º y 6º de Primaria del colegio del barrio, Nuestra Señora de Fátima. Mi amiga y colega +Maripaz Castro se presta a hacer de enlace. Se comprometen a asistir, disfrazarse y realizar actividades posteriores. Así lo hacen, aunque se tienen que ir a las 14 horas para el comedor del cole. Una pena; se pierden los últimos minutos de la película.

Mis alumnos de Cultura Audiovisual cubren el evento, montando un fotocol y haciendo entrevistas a los asistentes. Lo hacen genial, pese a no estar dentro de sus obligaciones. Un conserje de mi centro me echa un cable con los preparativos dentro del salón de actos. Llega el día, la hora. Llenazo. Se les explica a los alumnos la actividad y se le dice que después de la proyección algunos alumnos leerán sus relatos de terror. 

Comenzamos. Cámaras, acción. Los alumnos responden bien al menos la mitad de la película. El resto se muestran inquietos y revoltosos. No están acostumbrados a ver este tipo de películas; muy lenta para su gusto. Se impacientan. ¿Cuánto falta para que acabe? No todos, por supuesto; los hay que están clavados a la pantalla. Los profesores están tensos. Una compañera exclama: ¡La última vez que se hace algo así! Se dirige a mí con hostilidad. Me ofende. Me callo. 

La estampida de los niños de Primaria para ir al comedor los alborota aún más. Aún quedan unos diez minutos de película.

Termina la proyección. Palmas y silbidos. Toca lectura de relatos. El primer texto escuchan; los otros no. Ya están hartos de permanecer casi dos horas sentados y atendiendo. Un récord para estos alumnos, que no atienden una explicación del profesor más de diez minutos. Se nos olvidó el micrófono; un error perdonable, pero hubiese ayudado a oír entre tanto alboroto.

Todo el mundo se va. Me quedo yo para recoger los archiperres. Sensación agridulce. Por un lado, una experiencia necesaria, un esfuerzo por parte de todos que merece la pena, pese a que parezca insustancial. Ver una película diferente, esforzarse por saber estar en público, escuchar, valorar los textos de los compañeros. ¿Se consiguió? A medias o menos, pero dejamos semilla. Es más, este tipo de experiencias colectivas son inusuales en el centro. 

Por otro lado, tengo la sensación de luchar contra los elementos, especialmente con una buena parte de mis compañeros, quienes miran con recelo este tipo de actividades como una molestia en su día cotidiano en el instituto y no como una oportunidad de cambio y de trabajar en equipo. De hecho, no espero mucha respuesta en las actividades posteriores a la película. Pero seguiré animando. Eso no lo dudéis. Aún así, es un ejercicio de honestidad poner la experiencia de hoy en un justo claroscuro. 

Gestar una pequeña semilla de cambio metodológico en mi centro es una tarea titánica. Buena parte de la plantilla es demasiado reacia a lo que perciben como experimentos, o peor, como juegos de artificio para eludir el verdadero trabajo. Otros quieren pero perciben detrás un trabajo de inicio que les tira para atrás. Ya os digo, a veces me siento como flor en tiesto ajeno.

Para más inri, dos horas antes de la proyección leo este cartel que tenéis más abajo pegado en una de las puertas de mi centro. No sé si lo firmó el filósofo Kant o mismísimo Generalísimo. Fuera de las intenciones de su artífice, las cuales desconozco y evito conocer, su llamada a una pedagogía del deber es cuando menos inquietante. 


En fin, no os quedéis solo con esta reflexión. Dos o tres compañeros se unieron a la idea y mis alumnos de Bachillerato se implicaron más allá de sus competencias; solo por esto ya merece.

Ahora toca tirar del hilo, provocar experiencias en torno a O Apóstolo. Ya os iré contando. 

Comentarios

  1. Cómo te comprendo. Así me sentí yo cuando lo propuse. Todos mis compas de tercer ciclo pasaron de mi. Ayer, al final fuimos a una sala gratuíta mi grupo, algunas familias y yo. Nos acompañaron los dos grupos de 4º de primaria. Se portaron genial. Nos queda eso, saber que nuestro alumnado aprende, aprendemos todos, con este tipo de actividades inusuales. ¡Ánimo! Ramón, seguimos en contacto.

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