Informática en las aulas: asignatura pendiente



Leo en la prensa nacional (enlace) que los alumnos ya no eligen estudios de informática, que la demanda de técnicos es superior al número de titulados disponibles. Existen razones sociológicas y educativas que explican esta disminución de vocaciones. 

En primer lugar, el exiguo cuidado que se da en las escuelas a la formación en TICs, pese a que aparezca en los currículos de forma rutilante. Un profesorado sin ganas de usarlas y poco formado caracteriza el mapa general de las aulas. Es más el ruido que las nueces, mayor la dotación TIC que el entusiasmo de los docentes para servirse de ellas. Falta mucho tiempo para que los docentes inserten de forma natural las TICs en sus metodologías de aula. El profesor que utiliza metodologías activas y colaborativas y que se vale de entornos digitales para el trabajo cotidiano en sus clases es aún rara avis en los centros. De hecho, usamos el término 'innovador' para referirnos a un rasgo que debiera ser cualidad inherente a la función docente.

En cuanto a los alumnos, la irrupción de los móviles ha hecho que disminuya el número de ordenadores de sobremesa o portátiles en las casas. El alumno cree poder hacerlo todo con un móvil y ve el ordenador como una reliquia inútil. Es extraño que a partir de los 16 años los alumnos tengan ordenador en su casa. Y de la formación ni hablemos: un alumno medio no sabe casi nada de ofimática, salvo excepciones contadas, tildadas de friquismo. Y el uso del móvil se reduce al ocio habitual entre iguales. El área de Informática en los institutos es residual y se le asigna a docentes que les faltan horas. Sería tan fácil como ofrecer ese área a un docente formado, o que fuera por ley el Coordinador TIC quien asumiera esas horas, con un proceso formativo específico reglado por las instituciones y evaluado con eficacia, así como coordinado con el resto de docentes a fin de arbitrar un modelo formativo de centro en materia TIC que adoptara progresivamente nuevas metodologías de aula.

A esto sumemos el hecho de que pocos centros poseen un aula de informática decente, con puestos actualizados que les permita usarlos sin tener día sí, día también, problemas graves.

Los planes públicos que permitían que toda familia pudiera comprar (a interés cero y pago fraccionado en muchos años) un equipo informático y una línea wifi en su casa han desaparecido. Tampoco existe un compromiso serio por parte de las instituciones educativas para dotar a los centros de una formación eficaz en esta materia. Hoy por hoy, el alumno puede aprender a utilizar las TICs a través del área de Informática -una maría entre otras- y a través de la inserción transversal en el currículo de cada área de estudio. Sin embargo, pese a los años de formación que debieran facilitar a los alumnos un conocimiento rudimentario de ofimática, los resultados son desastrosos. A esto se suma que el porcentaje de docentes que diseñan tareas o proyectos que requieran la aplicación de herramientas digitales en el aprendizaje de sus áreas es aún muy deficiente.

Existen sin embargo proyectos ilusionantes en numerosos centros, a cargo de docentes desperdigados, casi nunca representativos de la tónica habitual de trabajo entre el resto de docentes y que a menudo actúan sin apoyo de las instituciones (por mera voluntad personal), que marcan la línea a seguir. Proyectos de programación de apps para móviles, gamificación en el aula, proyectos colaborativos, redes de aprendizaje entre docentes ajenas a la formación impartida en CPRs,... La campana suena, pero no se oye con rotundidad. La excepción no es la regla. Y puede serlo, pero no existe un plan sistemático y progresivo, bien hilado y evaluado, por parte de las instituciones educativas que funcione. Al contrario, se improvisa y se limitan a adoptar el rutilante modelo de dotación de gadgets digitales -políticamente vendible- sin un programa global de formación del profesorado centrado en el cambio metodológico y en la potenciación de redes naturales de proyectos docentes. Dentro de las consejerías de Educación la mano derecha no sabe lo que hace izquierda; se picotea a ritmo de talonario, sin creatividad, sin un modelo central claro y transparente.

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