Dura sesión de expresión corporal



Mil formas de desactivar una bomba.

Hoy hemos tenido una nueva sesión del taller de expresión corporal que iniciamos este curso. Una sesión dura; los alumnos no han atendido las indicaciones de la monitora -¡Ana, qué paciencia!- y algunos se negaron a realizar las actividades. Precisamente este taller está concebido para reducir actitudes y conductas que impiden trabajar con cierta normalidad en el aula (atención, concentración, escucha,...)

Comenzamos con un ejercicio creativo, que potencia el pensamiento divergente, buscar entre todos una solución diferente al mismo problema. Y seguimos con otros de confianza en el grupo y atención. 

Y al final, tocó evaluarse. Reconocieron que les gusta la actividad, pero que no son capaces de controlarse. Asumen su falta de control como algo irremediable. A esto se suma el hecho de que los ejercicios que requieren contacto físico les asustan, temen quedar en ridículo, que se rían de ellos. 

Notamos que una semana están bien y la siguiente vuelven nerviosos, incapaces de seguir unas mínimas indicaciones. Especialmente cuando regresan de un puente (como este de Mayo). Volver al instituto desde el entorno familiar les descoloca; hábitos que habíamos trabajado lentamente, empezando a dar frutos, se desmoronan y debemos volver a empezar. Y la sincronía entre los padres y nosotros, los docentes, resulta complicada en muchos casos. Escasos hábitos de trabajo en casa o uso indiscriminado de consolas y móviles hasta altas horas de la noche son algunos de los síntomas. Sumados a los nuevos roles que están asumiendo dentro del centro para ser aceptados dentro del grupo y a la influencia de un entorno que no potencia hábitos saludables y actitudes de respeto y escucha.

Pero esto ya lo sabíamos, no es una excusa; es el contexto en el que trabajamos y al que intentamos dar respuesta desde nuestra intervención en el aula y como equipo docente de 1º de Eso, reforzando con insistencia otras formas de actuar. Esa es nuestra labor; si claudicáramos, asumiríamos como ellos parecen hacer que no merece la pena apostar por ellos, confiar en que pueden cambiar. 

Desde que empezamos con este proyecto, sabíamos que era labor de corredor de fondo, que la paciencia y el trabajo en equipo entre los docentes era esencial para persistir con ilusión. No debe olvidársenos, recordárnoslo cada día es fundamental. 

P.D.: Solo por redescubrir los brotes de creatividad de Jose Antonio mereció la pena. 


 ¿Ver para creer?

 Una clase es cosa de todos, todos la sostenemos.

 ¿Confiar en el grupo o desahogarse?

 ¡Lo que cuesta superar el ridículo!

¡Atención, chicos, chicas!

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  1. 1° ESO A : enseñando los prerrequisitos elementales para empezar a aprender

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  2. 1° ESO A : enseñando los prerrequisitos elementales para empezar a aprender

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