¿Cambio educativo en Extremadura? No preguntes por saber...


Leo en la prensa regional el titular "La campaña ‘Cuidar la profesión docente’ arranca en Extremadura" y no puedo evitar ser escéptico respecto a la forma (que no al espíritu de la letra) en la que se ha articulado el proyecto extremeño para "mejorar la capacidad profesional del docente." El proyecto se concibe como un proceso voluntario, que comienza a modo de debate para después consensuar líneas que (intuyo) se convertirán en un texto reflexivo (no vinculante) para el resto de la comunidad educativa. Hasta aquí bien, aunque el debate venga prediseñado por la Administración (y nos escame la intención) y ya existan cientos de foros docentes de mayor alcance y calidad contrastada que ahondan en esta línea de trabajo desde una comprometida horizontalidad. Docentes hablando de la escuela, compartiendo incertidumbres y certezas variadas a través del reclamo de la Administración (que reconoce para los inscritos jugosos créditos en innovación). Nada que reprochar al hecho de provocar el diálogo, sobre todo si éste favorece el cambio en los centros y no sirve para autocomplacernos en el tolerancia del discurso. El tiempo lo dirá.

Caben dos escenarios plausibles (y decenas de atajos que conducen a ellos):

Uno. Que todo quede en agua de borrajas, tras mucha letra y poca acción, mucho postureo político que cubra titulares con la intención de que el respetable crea que algo se mueve en la Consejería (pero todo siga igual). De hecho, ya tenemos antecedentes del terreno estéril hacia donde conducen los intentos de impostar cambios cuando la Administración (sea cual sea su marchamo ideológico) realiza simulacros de este tipo. Palabras que se lleva el viento, pero lucen en prensa como voluntades que después quedan en nada. Y todo ello poniendo como premisa una supuesta voluntad de diálogo con la comunidad educativa. 

Dos. Que la Consejería transforme el texto reflexivo en la detonante de futuribles cambios vinculantes, en un progresivo libro rojo que vertebre el sistema educativo extremeño, pese a las limitaciones que impone el actual marco legislativo (léase LOMCE). Sin embargo, el profesorado estamos acostumbrados a la indefensión aprendida, a mucha palabrería y pocos hechos. No basta consultar a los profesores, no basta abrir veda reflexiva para que la voluntad se transforme en realidades palpables que afecten a la estructura curricular, a la organización de los centros, a la gestión de espacios y tiempos, a una profunda transformación del modelo de formación del profesorado, más allá de la cursillitis aguda y el acostumbrado voluntarismo de unos cuantos. 

A esto se suma que no muchos docentes apuestan, más allá de lo que impone la corrección política, por ese cambio. La innovación sustancial (no la que luce en revistas y congresos educativos con acto institucional previo) es rara avis en la escuela extremeña. La propia estructura del currículo, la configuración de las aulas, las formas de enseñanza, pese a la profusión de propuestas formativas sobre innovación, sigue siendo profundamente inmovilista. Y los pasos que se han dado a nivel institucional o de política educativa son mediocres, no se siente ni a leguas que algo se esté moviendo en el panorama educativo extremeño. Y si se empezara a gestar no duden que ese cambio implicaría tocar la médula de ancestrales inercias profesionales, cómodamente asentadas en la cultura de trabajo, empezando por altos cargos de la Consejería, jefes de servicio, asesores, equipos directivos, y terminando en la práctica diaria en el aula, poco acostumbrados a trabajar en red, de forma colaborativa y aplicando la divergencia como un valor añadido del cambio educativo.

No nos engañemos. El cambio ya está aquí, pero de la mano de una minoría resistente. La política educativa adopta ante esta minoría una actitud de laissez faire, de dejar hacer, pero sin apostar por hacer de ese capital humano el germen de un cambio integral que afecte a algo más que la epidermis del sistema. Es más, el voluntarismo de los llamados "docentes innovadores" se convierte con facilidad en una gratuita publicidad política a cambio de nada y en excusa perfecta para limitarse a permanecer en una eficaz apariencia de renovación. El cambio solo puede venir de una apuesta inquebrantable por reestructurar el modelo educativo, y que éste vaya vertebrado poco a poco la realidad. Lo demás son aguas templadas que favorecen la mediocridad política, anclada en el cortoplacismo (marcado por las urnas) y la instrumentalización de la innovación (las empresas editoriales y tecnológicas se frotan las manos), y que perpetúan rutinas de trabajo acomodaticias, alérgicas al cambio.

De ahí que permítanme mi escepticismo, pese a valorar a priori cualquier amago de diálogo como un ingrediente deseable, aunque claramente insuficiente. Como decía mi abuela: No preguntes por saber, que el tiempo te lo dirá, que no hay cosa mas bonita que el saber sin preguntar.

Comentarios

  1. ¿Te has sentado alguna vez de manera sosegada con tus compañeros -serenamente y con tiempo por delante, no tomando café en la sala de profes esperando que suene el timbre- a debatir sobre cuál es nuestra misión, en qué dominios necesitamos ser competentes hoy día, cuál es nuestro campo de trabajo, qué desempeños serían los posibles y deseables y en qué escenarios nos movemos, por poner algunos ejemplos? esta puede ser una buena oportunidad.No se puede desaprovechar un formato como el que ofrece el programa de mejora de las competencias profesionales docentes.No, Ramón Besonías,por desgracia no todos los días no tenemos esas oportunidades para debatir, escuchar, reflexionar, proponer o hablar de la profesión.Lo malo es que muchas veces esperamos que los frutos nos caigan de arriba, obviando que hay frutos al alcance de la mano. Trabajar de manera colaborativa, en red, compartiendo propósitos, retos, consensuando recursos, utilizando metodologías activas, transformando conocimientos en competencias, conectándonos con nuestro entorno, y un largo etcétera no está prohibido por la legislación vigente ni por las anteriores. Creo que las fronteras más complejas son las interiores. A mi me atrae este programa porque -por fin- genera un espacio en el centro para tratar de todo esto.

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