La innovación que no queremos



Hoy me he levantado con esta noticia en la prensa regional: La Consejería de Educación extremeña va a conceder becas para libros de texto digitales. Un paso más dentro del proyecto eScholarium, que pretende implementar en todos los centros de la región una plataforma desde la que docentes y alumnos puedan leer, realizar tareas y, si lo desean, crear contenidos digitales. Y digo si lo desean porque, pese a que esta plataforma puede volcar contenidos creados por los docentes, la tendencia del profesorado es la de valerse de la cómoda oferta de las editoriales, más aún ahora que además la propia consejería va a becar su compra. Una declaración de intenciones en toda regla.

Era evidente desde que empezara hace años este programa estrella de la consejería que sus derroteros conducirían no a un cambio en la metodología de aula, sino a un mero trasvase de formatos y dispositivos. Del libro de texto al digital, de la pizarra de tiza a la digital. Todo a mayor gloria de las empresas del sector, por supuesto. Es curioso cómo el mayor esfuerzo por dotar al sistema educativo extremeño de un plan integral de innovación y dotación se haya centrado no tanto en la formación del profesorado, en el desarrollo de porfolios de entro, redes formativas entre docentes y centros, cuanto en agilizar un modelo-placebo que sustituye los medios pero no asegura el cambio de paradigmas pedagógicos hacia un aprendizaje activo y colaborativo. Más aún, da gato por liebre, presentando como innovación aquello que no lo es, confundiendo cambio metodológico con dotación. Una política educativa que el nuevo Servicio de Innovación hereda sin despeinarse del anterior equipo de gobierno. 

Es cierto que la voluntad del profesorado es condición sine qua non para que se dé un cambio, pero sin el arbitrio de una política educativa que lo haga posible a través de medidas estructurales, curriculares y formativas, el camino se hace pedregoso para quieres apostamos por algo más que una mera dermoestética. Esta noticia no alienta ese cambio; más bien confirma las inercias acumuladas por gestores anteriores, que venden las nuevas tecnologías como placebo salvífico, sin tocar raíces más profundas. Todavía estoy esperando un plan tan pirotécnico como eScholarium en lo referente a formación del profesorado, que apueste por el desarrollo de comunidades de aprendizaje dentro de los propios centros y que disocie la innovación de un modelo centrado en meros contenidos enlatados, apostando por la creación de contenidos y las metodologías activas. Dirán algunos: ¡eso ya se está haciendo, Ramón! Y tienen razón, se hace, pero bajo el clásico modelo formativo vía CPR, nunca como un plan integral, sistémico, que busque el cambio estructural en los centros. La apuesta por el cambio educativo es de bajo espectro. Sin embargo, cuando se intenta dotar al sistema de planes que acaben englobando a la totalidad de centros se hace siempre bajo la acostumbrada trinidad wifi-pantalla-libro digital. O no hay creatividad o no hay voluntad para superar este paradigma de futuro. Y si es así, ya es hora de que otros gestores más formados y con más imaginación tomen el mando de esta nave. 

Comentarios

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    1. Cierto, Joan. Es necesario que aquellos encargados de diseñar las políticas de sean personas bien formadas y creativas, proactivas y que aprendan a trabajar en red, escuchando al profesorado, no meros gestores en busca de publicidad mediática o atados a intereses ajenos a la educación. Un saludo, compañero.

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  2. Ya te dije hace tiempo, amigo Ramón, que eScholarium, no era per se, ni bueno ni malo, todo iba a depender del camino que tomara. Como bien dices, con esta noticia parece que se opta por el camino equivocado. A mi juicio, si ese dinero se hubiera dedicado a fomentar la creacion de contenidos mediante trabajo colaborativo de profesores (incluso alumnos) se hubiese conseguido el mismo fin... que los alumnos tuviesen los materiales digitales gratuitos... pero sin un limite temporal impuesto por las editoriales.

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  3. Intuyo, querido Ramón, que fuese cual fuese el titular, el dardo estaba preparado. Nos conocemos, hemos trabajado juntos y seguimos haciéndolo. Y sabes que una de las cosas en la que discrepamos en la de la necesidad de superar la fase del lamento y pasar a una fase más proactiva. Ya bien adentrados en el siglo XXI, apostar por lo digital frente a lo analógico no me parece una mala decisión. Y sigo manteniendo que esperar a que la administración facilite a los centros la pócima mágica para que transforme los centros y desarrollen colegialidad, inclusividad y mejores desempeños docentes es un error de concepto. La formación permanente del profesorado pasa, además y sobre todo, por determinar necesidades formativas “ad hoc”, al hilo de entornos, de configuración de claustros y de perfiles de alumnado. Nadie mejor que un claustro para determinar su itinerario específico de formación, su valoración del “de dónde venimos/dónde estamos/ a dónde queremos ir” y aprovechar al máximo la oferta formativa que ofrece la administración en los propios centros: grupos de trabajo, seminarios, proyectos de formación en centros, proyectos de innovación, redes de apoyo social e innovación educativa, rebex, etc, etc. - de las que, por cierto, veo que en tu centro no os habéis beneficiado- Esperar a que nuestra consejera o el servicio de innovación nos diga qué y cómo trabajar en clase, a estas alturas de la película, me parece desafinado.

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    1. Las políticas educativas no pueden sustituir la voluntad del profesorado, pero sí pueden alentar y generar estructuras que favorezcan determinadas formas de entender la formación y de configurar los espacios y medios. Por ahí va mi reflexión, subjetiva como la de cualquiera. Faltaría más. Desafinada según la música que agrade a cada cual. Respecto al dardo, no soy persona que critique por gusto o de forma indiscriminada, y sin aportar en su lugar una alternativa. Desde que nació eScholarium he sido bastante escéptico sobre la aportación que podría hacer al cambio educativo. No veo en mi reflexión lamento alguno. Un abrazo, Jose Antonio.

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